lunes 7 de septiembre de 2009
Lo que los genes esconden

La tesis de una investigadora del Área de Inmunología confirma que los portadores de dos variantes genéticas tienen más predisposición a sufrir lupusLAURA FONSECAEs como si el sistema inmunológico perdiera el Norte. Como si se volviera en contra de la propia persona y en lugar de protegerla, la atacara. Así funciona, a grandes rasgos, el lupus eritematoso, un trastorno que popularmente solía asociarse a un problema de la piel pero que ahora se sabe que además de provocar erupciones y rojeces en mejillas y nariz, suele desplegar un amplio abanico de lesiones, que van desde inflamación renal y muscular hasta el dolor torácico o la fiebre. Muchos afectados pueden llevar una vida medianamente normal. Otros, no tanto.Esta enfermedad crónica, de origen desconocido, se produce por una alteración del sistema de defensa del organismo. Es lo que se da por denonimar patología autoinmune. Suele tratarse con cortisona, inmunodepresores, antipalúdicos y antiinflamatorios, pero la respuesta a los tratamientos no siempre es satisfactoria. Aunque puede aparecer a cualquier edad, lo más frecuente es que se presente entre los 15 y 40 años. En Asturias, se estima que puede haber cerca de un millar de afectados, la mayoría de ellos, mujeres.Patricia López Suárez, una investigadora del Departamento de Biología Funcional del Área de Inmunología de la Facultad de Medicina de Oviedo, ha querido arrojar algo más de luz sobre este trastorno al que el Servicio de Inmunología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) ha dedicado ya varios estudios clínicos, en buena parte impulsados por la Asociación de Lúpicos de Asturias. El caso es que Patricia López ha elaborado una tesis doctoral, que fue leída el pasado 17 de julio y que recibió la calificación de sobresaliente 'cum laudem'. En dicho trabajo, para el cual se contactó con 367 asturianos diagnosticados con lupus, se confirma que los portadores de dos variantes genéticas tienen una mayor predisposición a padecer este mal.Se trata de dos proteínas (citocinas) que actúan como mensajeros químicos a corta distancia. Están vinculadas con funciones que tienen que ver con el crecimiento celular, la inmunidad, la diferenciación tisular, la inflamación y la muerte celular, entre otros aspectos. Se llaman 'interleucina' (IL-10) y la 'TNFa'.Pronosticar la terapiaLa presencia de estas dos proteínas en valores promedio superiores a la media es un indicador de la presencia de lupus o de la predisposición a padecerlo. El desequilibrio de estas dos moléculas hace que el sistema inmune produzca una respuesta excesiva en el organismo, dando lugar a los trastornos propios de lupus.Pero no es esta la única aportación que arroja la tesis doctoral. Al parecer, ambas variaciones genéticas pueden servir también para anticipar si un tratamiento va ir bien o mal, explicó Patricia López. Por ejemplo, quienes tenían una mayor presencia de IL-10 responden mejor a los tratamientos con antipalúdicos, sin tener que llegar a ingerir corticoides, que son fármacos más comprometidos para el organismo.La tesis doctoral estuvo dirigida por Ana Suárez, profesora de Inmunología de la Universidad de Oviedo, y Carmen Gutiérrez, también profesora de la misma especialidad y jefa del Servicio de Inmunología del HUCA. La investigación ha permitido elaborar un registro de afectados de lupus en Asturias.http://www.elcomerciodigital.com/

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